¿Qué vas a ver aquí?
¿Están los padres cediendo a los caprichos tecnológicos de los hijos? ¿Regalamos a los más pequeños demasiada tecnología, y lo hacemos demasiado pronto? ¿Alimentan los progenitores el denominado síndrome del Emperador, con el que se define a un niño extremadamente consentido, al que no se han puesto (o sabido poner) límites?
Niños y tecnología: el ‘síndrome del Emperador’
El canal autonómico vasco EITB planteó estas preguntas y otras preguntas de este tono en su programa de magazine ¡Qué me estás contando!
PCBox Donostia, que trata cada día con padres, adolescentes y pequeños que llegan a la tienda acompañados por sus progenitores, contribuyó a este debate. Podéis ver la aportación de la tienda al comienzo del programa, en el siguiente enlace:
http://www.eitb.tv/es/video/que-me-estas-contando/5625/134722/24/07/17/
Mikel Martinena, responsable del establecimiento, vino a transmitir que se trataba de un tema con muchos matices. Como tantas cosas en la vida, vino a decir, lo mejor son los términos medios.
“Lo peor es prohibir. Pero está claro que el fondo de este debate es la educación. Y es que los padres están para crear reglas. Por ello, no pueden permitir que un niño esté enganchado durante horas a una tableta”, explica Mikel Martinena a Clubpcbox.com
En el programa ¡Qué me estás contando! preguntaron al responsable de PCBox Donostia si el móvil se ha convertido en “el reloj de las comuniones”.
Martinena respondió que no. Añadió que en esa celebración quizás se regalan más smartwatches. ¿La razón? No son un smartphone, con todo lo que ello supone de alivio para los padres, pero permiten satisfacer una necesidad que hoy la tecnología pone en bandeja: saber dónde se encuentra el menor. “Si el hijo lleva un smartwatch, lo pueden geoposicionar”.
El programa partía de la tesis de que cada vez más niños de 10 y 11 años cuentan con smartphone. Por su experiencia, Martinena aseguró que eso no era “tan habitual”.
El síndrome del Emperador: “Yo quiero eso, y lo quiero ya”
El programa de magazine del canal autonómico vasco prestó atención a este tema a raíz de una curiosa sentencia judicial en Galicia.
La sentencia daba la razón a una madre que había pegado un bofetón a su hijo de 11 años. La historia es la siguiente. El niño nunca colaboraba con las tareas de la casa y estaba siempre enfrascado con su móvil iPhone. Un día, tras escuchar las peticiones de su madre, el menor tiró el móvil de alta gama. Tras ello, a la madre se le escapó un bofetón.
El pequeño denunció, pero el juez consideró que la madre no había hecho ningún mal. Según el presentador del programa, que explicaba la sentencia, “la madre no quería hacer daño al niño, sino que quería frenar su actitud violenta”.
Un fenómeno nuevo
En conversación con Clubpcbox.com, Mikel Martinena cree que se trata de un debate muy nuevo, para el que todavía no tenemos suficiente información. “Sabemos que la habilidad con la tecnología es clave para la educación de nuestros hijos, pero también somos conscientes de que consentirles en exceso es dañino para su educación”, afirma.
Para complicar las cosas, resulta que la tecnología se ha convertido en un elemento que ayuda a definir la personalidad del menor y que es importante en la integración en el grupo de amigos. “Es cierto que los padres no quieren que su hijo se quede fuera del grupo virtual de amigos”.
El smartphone, asegura Martinena, se ha convertido en una extensión de nuestros cuerpos. “La gente está obsesionada. Cuando te traen el móvil a reparar, lo quieren arreglado para ya”.
Le preguntamos quienes son más impacientes al llevar un smartphone a reparar. ¿Son los adultos? ¿Son los adolescentes? Según Martinena, los que dejan notar más su adicción al móvil son los adultos. ¿Quién lo habría pensado?
PCBox Donostia
PCBox Donostia es una tienda veterana en la ciudad vasca. Con 18 años de historia, ha consolidado una base de clientes fieles. Está situada en Gros, un barrio popular, dinámico, y con muchos edificios de oficinas. La tienda, que se encuentra al lado de la Audiencia de Guipúzcoa, atiende a muchas pymes.